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Cartas de Erwin P. Dieseldorff | Carta #13 parte I

Cartas de Erwin P. Dieseldorff | Carta #13 parte I

Cobán 27 de Diciembre de 1888
Carta# 13 parte I

El 16 del mes recibí con júbilo tus queridas líneas del 5 de noviembre o sea la carta estuvo largo tiempo en camino. Me alegra que les haya gustado a ti y a la abuela mis deficientes relatos; les pudiera ofrecer mucho más y contarles mucho mucho más, pero aquí siempre hay algo que hacer y me quedan pocas horas libres. Ojala que esta carta las encuentre bien de salud, el clima de invierno es siempre terrible, ya que trae resfriados uno de los principales antecesores de las enfermedades.
 
August regreso el 15 de Guatemala, desde luego sin haber logrado mucho. Este país es un país grande y bello, que está floreciendo rápidamente, todavía con buena tierra no explotada, pero los habitantes carecen de energía, escrúpulos, son muy egoístas y haraganes. En todas partes le ofrecen a uno las mejores promesas y le brinda las más grandes atenciones, pero todas se olvidan al no más darles uno la espalda. Por eso nadie le confía a nadie y la moralidad y la virtud no son características a las que aspiran los ladinos. Así sucede que no se cumplen todas las promesas dadas desde las posiciones más altas.
 
August es y lo ha sido hasta ahora, bastante amable y afectuoso conmigo. Cuando estuvo en Guatemala se preocupó por buscarme una especie de trabajo voluntario. Hablo con la empresa Kosh & Hagmann que tiene una gran finca de café en la costa occidental para ver de qué forma me podían ayudar y Koch de quien seguramente has oído hablar, ya que papá lo conocía, pues estuvo con August en Lubeca, se ofreció darme dicho puesto en su finca para conocer mejor las condiciones que se dan allí en torno al café.
 
La situación en la costa occidental es más apropiada para mí ya que allí uno puede dedicarse al comercio y al cultivo del café en mayor escala que aquí en Cobán, donde la región es muy limitada. O sea que después de aburrirme de haraganear, siempre puedo obtener un buen puesto y con mis conocimientos de café, siempre podré hacer buenas ganancias con alguna cautela. Como no está seguro si estaré el próximo otoño en Cobán, por de pronto sería mejor desistir de la idea de tu venida con August Helmrich a Cobán; cuando después de varios años, tenga una casa propia en este país, entonces se podría hablar de ellos más apropiadamente.
 

La semana pasada estuve con el doctor Karl Sapper en Las Pacayas, un valle que está a dos leguas (horas) de San Cristóbal y más o menos a siete horas de Cobán. San Cristóbal está a cinco horas hacia el sur, algo más alto que Cobán, alrededor de una laguna, la única en esta región. El pueblecito esta lindamente ubicado y el café crece allí muy bien. San Cristóbal es también particularmente famosos por sus lindas muchachas indígenas y ladinas, de las que algunas son realmente unas bellezas. Sin embargo todas son muy hurañas y temen a los europeos.
 
Aquí en Cobán es diferente, pues desde hace muchos años hay alemanes de los cuales algunos no poseen ninguna buena moralidad. Los indígenas caminan diariamente varias horas a Cobán para vender sus productos en la plaza. Allí están sentados a veces 300 hombres y mujeres indígenas de todos los alrededores. El traje es bastante bonito, abajo una tela azul oscura que les llega hasta las pantorrillas, los tobillos y los pies siempre están descalzos y sobre el pecho se pone un lienzo blanco lindamente bordado. Llevan el pelo suelto, que por lo general es abundante y bonito. Todas cargan sus productos sobre la cabeza y cuando uno se encuentra con mujeres indígenas, siempre se colocan un trapo delante de la boca para que su aliento no llegue al europeo.
 
 
En general la estirpe de los indígenas de Cobán es pequeña fuera de la ciudad. Fuera de la ciudad los indígenas se mantienen alejado de los europeos, es un sentimiento mezclado de temor, respeto, odio y hostilidad. Todo temen mucho a los europeos y los nativos no se atreverían a oponerse a uno, mucho menos a atacarlo.
 
En las Pacayas que está bien alejado de la civilización y de los europeos, solo habitan indígenas. Excavamos antiguos túmulos pero sin mucho éxito. El clima estaba bastante desagradable. Llovió y venteo de noreste y hacia un frío espantoso. Dormimos en la ermita, una especie de capilla construida sin mucho esmero. En todas partes tiene hoyos en las paredes por los que sopla el viento. Yo dormí en el catre de August, el doctor Karl Sapper en una hamaca. Nuestra comida se limitó a huevos y tortilla y unas conservas que habíamos llevado. Como asiento nos sirvió una silla de pintor y a mí un pedazo de madera colocado sobre tres piedras, sin embargo, estaba tan inseguro, que una vez se derrumbó conmigo el agua caliente y una buena copa de cóctel. Usamos el catre como mesa, encima colocamos un saco de café como mantel. Como olvidamos los platos en su lugar usamos papel de recorte. El agua estaba llena de plantas acuáticas y animalitos, arañas, escarabajos, etc, de manera que la bebimos solo hervida.
 
Los indígenas se mantuvieron hostiles y no nos querían dar de comer, pero no me deje y mande a llamar al alcalde y le hable en un tono bastante fuerte, que le dio miedo y después de eso obtuvimos todo lo que necesitamos. Lamentablemente el doctor Karl Sapper olvido llevar una olla, de manera que tuvimos que asar la carne cruda en un pincho de madera, aunque el sabor era bastante ahumado, que me sentí bastante mal y se la dimos a nuestro mozo.
 

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