Cartas de Erwin P. Dieseldorff | Carta #7
By Juan Moncada 4 años ago1 de noviembre de 1888 A bordo del vapor “Cobán”
Sobre el lago Dulce (Izabal)
Sobre el lago Dulce (Izabal)
Llegamos ayer como a la una a Lívingston y tuvimos la gran suerte de encontrar el vapor “Cobán”, listo para llevarnos inmediatamente. Lívinston ya es bastante guatemalteco. Algunas casas (stores) están bien construidas, el resto son ranchos de paja, a veces en una situación de mucha decadencia, niños negros caminan desnudos. A las tres dejamos Lívingston. El vapor “Cobán” es como un vapor del Mississippi. La rueda es como una rueda de molino, que está colocada atrás y ocupa todo el ancho del barco.
Hay tres camarotes una para el Capitán Owen, uno para las damas y otro para caballeros. Solo hay un baño a bordo y 3 vasos para 12 personas. Las sillas están todas rotas en la mitad, de manera que si uno se descuida puede caer a través del asiento. Al partir cae hollín de la chimenea, como una nube espesa y en un segundo nos transformamos y parecemos negros, pero uno se deja la suciedad encima, pues si se lava inmediatamente se ensucia otra vez.
Viajamos lentamente por el Río Dulce. Al lado izquierdo está anclado un pequeño barco de guerra de Honduras, pero ninguna persona a bordo. El Río Dulce es increíblemente bello, pura selva que se extiende a lo largo de la orilla. A nuestro lado vemos pasar preciosos árboles, palmas, plantas, orquídeas, lianas, etc. Papagayos y loritos reales vuelan por el aire, lindas mariposas del tamaño de un pájaro pasaban por encima del barco, y luego oímos el aullido estridente de un mico. En la orilla hay unas plantaciones de banano, ranchos de indígenas o caribes (mulatos). Grullas y patos nadan en el agua. La selva es particularmente hermosa y el río es tan ancho como el Rhin cerca de Bingen.
La comida a bordo es bastante buena. De repente oscurece como a las seis. Anclamos en el fuerte de San Felipe, que no representa más que un viejo muro y 10 ranchos. Pescamos con un anzuelo, pero sin éxito. Los indígenas pescan en sus canoas cavadas de un tronco de caoba (cayucos), en la punta tienen una luz muy intensa, los peces saltan alrededor, el indígena los pesca con un arpón. Hans Georg Westerndorff está sentado adelante con el rifle de Gabino pero no tiene más suerte que yo en la pesca. Por la noche anclamos en el fuerte de San Felipe y a las seis de la mañana continuamos el viaje por el lago dulce hasta Izabal, donde tenemos que pasar la aduana. El lago dulce es un gran lago, como el de Ginebra está enmarcado en montañas hermosas y boscosas de 1,000 a 2,000 pies de altura. En él desemboca el Río Polochic que vamos a navegar río arriba.
Las cinco del mismo día, después de haber pasado Izabal. En Izabal un verdadero pueblo de indígenas esta la aduana. Tuvimos que bajar del “Cobán” todos nuestros 14 baúles grandes y las diversas valijas y entrarlos a un “store” (tienda). Un oficial los inspecciona mientras otros 10 están parado allí mirando, ante lo cual se me subió la bilis, a los otros también les ocurrió lo mismo. A dos de los brutos los hubiera podido agarrar y chocarles las cabezas.
Entonces mejor salí y fui a ver el pueblo. La vegetación del trópico es muy bella. Aquí hay una “estación militar” es decir tres barracas sucias con unos 20 indígenas que cargan armas inofensivas. Uno esta acostado de guardia, todos caminan descalzos. Otros matan el tiempo besando a negras y mujeres indígenas o las abrazan alrededor del cuello. El oficial nos dice buenos días a August y a mí. Lleva botas, sus mangas están todas rasgadas y sus pantalones también. Ha de llevar puesto el mismo traje diariamente durante los últimos 10 años. El no conoce a August y probablemente no sabe quién es, pero cuando nos fuimos dijo que había sido un gran gusto haberlo conocido. Entramos donde Mr. Potts, un norteamericano que tiene un lavado de otro en los alrededores. Potts y su esposa fueron muy amables y nos prepararon el almuerzo y la cena. A las cuatro salimos sin muchas dificultades de la aduana, gracias a Dios y gracias a Adela, que converso muy políticamente con el hombre principal y se ganó su favor. Hoy por la noche anclamos en la desembocadura del Río Polochic donde hay miles de mosquitos ¡maldición!.
Mañana del 2 de noviembre
Me salve con solo unas 10 picaduras, pues había miles de mosquitos, pero una vez adentro del mosquitero me pude reír de ellos. Hoy por la mañana desperté a las seis para encontrar toda mi ropa mojada. La puse a secar cerca de la caldera de vapor, pero tuve que desvestirme todo. Desde hace seis días todos nos quitamos las mancuernillas, los cuellos, la chaqueta y la corbata.
Ahora vamos río arriba. El río está sucio y crecido por la lluvia de las montañas. Ahora viene la parte montañosa, boscosa y más bella del río que jamás he visto y que jamás puede ver el ojo humano. El río, más o menos de 120 pies de ancho, está rodeado de árboles muy hermosos, caña de azúcar, enredaderas y plantas trepadoras. Cada árbol es digno de ser admirado. Todo está en un verde fresco. Hay enormes troncos de los que cuelgan enredaderas. Hay chicharras en masa, hacen un ruido tremendo, papagayos de plumas verdes y rojas, garzas, patos y miles de especies diferentes de variado plumaje, tamaño, pico, etc. De los arboles cuelgan nidos brasileños como en pedazos, el cielo está todo enmarcado en verdes montañas, tiene mucha similitud con el escenario suizo, en su entorno suben lentamente las nubes, el aire es hermoso en horas de la mañana. El viento le abanica a uno las mejillas.
Westendorff ha estado tocando con mi trompeta notas lastimeras. El aire huele a flores. Esto es increíblemente bello e indescriptible, en ninguna otra parte hay naturaleza así de exuberante. En el río hay muchos cocodrilos grandes, pero con la crecida de las aguas no se les puede ver. Westendorff describe esto como “paradisiaco”. Esas palabras se ajustan totalmente al paisaje. En la ribera del río hay pantanos, por lo que nadie puede adentrarse en la tierra ni vivir aquí por las fiebres. Esta mañana hemos visto varios cocodrilos y monos, también muchos papagayos. Con nuestra trompeta despertamos toda la selva. August manejo esta tarde y lo hizo bien.
Paramos media hora en la selva para sacar madera para la caldera de vapor. Caminamos por la orilla y cortamos las ramas de las palmeras más bonitas, orquídeas, y cocos. Adornamos el barco con palmeras. Por la noche amarramos a un árbol en el rio. Platicamos hasta las nueve, luego nos acostamos donde no nos podían molestar los mosquitos. Las picaduras de estos son algo desagradables y como los hay en grandes cantidades, uno tiene que estar pegando a su alrededor.
Sábado 3 de Noviembre
Nos levantamos a las seis, el sol ya calienta a las siete y media. A las nueve llegamos a Panzós. Allí dejaremos el río y continuaremos el viaje en mulas a Cobán. Nuestras bestias y cargadores indígenas llegaran hasta mañana domingo y partiremos el lunes temprano. Aquí ya solo se ven indígenas. Un señor Schäfer y su señora, alemanes, se encargan del tráfico de mercancías; por lo demás solo hay españoles, es decir nativos o sea ladinos e indígenas. A bordo tenemos cerveza Winterhuder Export en la mesa. Mañana temprano se va el correo y como ya he escrito bastante quiero terminar ahora. El próximo miércoles por la noche estaremos en Cobán.
Gracias a Dios estamos todos bastante bien y nuestro viaje se llevó a cabo increíblemente favorable y rápido: el 10 de octubre partimos de Liverpool, el 7 de noviembre estaremos en Cobán. El viaje me ha gustado mucho, pues vi tantas cosas nuevas. Primero voy a descansar a Cobán y luego viviré para restablecer mi salud, eso me recomendaron los doctores, pues hasta nueva Orleáns estaba bastante mal, pero desde allí he mejorado. Saludos de August, Agnes y Adela.