




Guatemala, 14 de enero de 1890
Esta es mi segunda y última carta de Guatemala. Te escribí que tía Rosa me invitó a su casa y que fue muy amable. Al terminar mis negocios aquí, hice una excursión a La Antigua Guatemala y me llevé conmigo a la tía y a la hija mayor, Lulu.
Antigua está a unas seis a siete horas de Guatemala. Era antes la capital, hasta 1773, año en que fuertes terremotos destruyeron toda la ciudad. Aquí estaban concentradas todas las riquezas que succionaban los españoles del país, iglesias ricamente decoradas, había más de 30 palacios y todo en el antiguo estilo árabe, como por ejemplo la pila en la Alhambra, de la que viste una reproducción en el Cristal Palace.[1] Los adornos son muy ricos y de mucho gusto.
El clima de Antigua es el más bonito de todo el país. Por la mañana y por la noche fresco, al medio día soleado y agradablemente cálido. El agua es un placer y la vista a lo lejos preciosa, hacia el sur está el volcán de Agua, hacia el oeste el todavía activo Fuego, que hecha humo. En los alrededores hay muchos cafetales, siempre verdes, que ahora están rojos por la cantidad de frutos; así es la primera impresión de la ciudad.
Pero cuando entras, ves los palacios e iglesias derrumbadas, una al lado de la otra, destacando por su belleza y arquitectura. Aquí una cripta, allá una arcada, aquí un viejo calabozo y allí una cúpula de iglesia, pero todo en ruinas, nada completo. Pienso que debe haber sido similar a Pompeya. Los santos todavía están en sus lugares, son imágenes que no fueron creadas por los artistas para que quedaran desapercibidas después de varios decenios y ahora sirven como blanco a los muchachos para tirar piedras. Y todo eso como consecuencia de un fuerte terremoto. Paredes del grosor de un metro fueron hechas pedazos, los techos se derrumbaron; en breve, ninguna casa se salvó.

Eadweard Muybridge 1875
Puedes imaginarte qué interesante fue todo eso para mí. Ahora, muchos de los antiguos palacios son lugares de trabajo. Donde antes tuvieron lugar bacanales, los herreros forjaban el hierro y, en vez de cantos sacros, en las antiguas iglesias se oye el empujar de las máquinas. Y nueva vida florece de las ruinas (“La campana”, de Schiller).
Estuvimos allí seis días. Llevé a mi mozo, mi caballo y mi mula y cada mañana hice excursiones a los bellos alrededores. También tuve el propósito de subir el volcán de Agua, de 12,000 pies de altura, ya que un camino de herradura conduce hasta arriba, pero cuando ya llevaba dos tercios del camino, se descargaron las nubes y tuve que retornar, lo que me enfadó mucho, pues la vista debe ser inigualable. Desde arriba se ven los volcanes de México y El Salvador, las cordilleras de Cobán, el Océano Pacífico y hasta la lejanía infinita.
En Antigua hay todavía muchas pinturas de santos, algunas de gran valor, que se pueden comprar baratas ocasionalmente. Compré 15, de las cuales tres son del tamaño de una persona y algunas representan un valor significativo. Me esforcé mucho y tuve suerte. Algunos lienzos están en mal estado, rasgados y descoloridos; pero se pueden restaurar. Desde luego, los cuadros son para ti y, cuando encuentre la oportunidad, te los enviaré, claro que enrollados. Entre estos tengo un San Juan con cruz y ángeles de dos metros y medio de altura, el arcángel mide un metro y medio, Cristo con dos apóstoles de un metro (muy antiguo), todos muy valiosos, María de la Concepción (acuarela sobre madera), Magdalena expiando sus culpas (antiguo y muy valioso), San Antonio con el Niño Dios (estilo Rubens, antiguo), tres antiguas vírgenes españolas, de las cuales dos fueron (llevadas en fundas como santas de viaje, una virgen de los Dolores con daga, adornos de oro, etc.
Mañana pienso regresar a Cobán. Tengo gran nostalgia de estar otra vez en la finca, y “home, sweet home, be it ever a humble” no tiene otro igual.
En Guatemala ofrecí en venta Seacté, [2] para no poner en juego todo en Cobán y empezar otro negocio en un clima más cálido y seco, pero quién sabe si resulta algo de esto, ya que todo eso necesita tiempo. Con esta venta me libraría de todas mis obligaciones y tendría mano libre.
Acabo de recibir el telegrama de que falleció el tío Charles W. Dieseldorff, el domingo doce. Al fin está descansando y más allá del alcance de los problemas de este mundo.
[ Faltan las cartas 50-65]
[1] Salón de exposiciones universales en Londres.
[2] Esta finca la compró E.P.D. de su primo Willie.
*. Las fotografías presentadas, no pertenecen a la historia, se emplean con fines ilustrativos.
Más info: Cartas de Erwin Paul Dieseldorff