En 1878 llegó el señor Julio Wolters con su familia. Él había salvado un pequeño capital al quebrar la casa Uhl, Wolters & Cía. en Guatemala, y con el dinero quiso levantar una finca en Cobán. Desafortunadamente, a pesar de que se le desaconsejó, escogió terrenos expuestos a heladas nocturnas, por lo que no tuvo éxito.
El mismo año llegó Ernst Fetzer, tres años después Theodor Stalling, ambos comprometidos con mi empresa. Con el tiempo se convirtieron en propietarios de fincas cafetaleras; Fetzer compró la finca Saxoc, de J. David Castellanos, y Stalling se casó con Adela, la segunda hija de Heinrich R. Dieseldorff. Entre otros miembros bienvenidos en la colonia extranjera y pequeños finqueros, debo mencionar a Nielssen, un carpintero sueco muy hábil y eficiente; Don Juan Felice, un viejo italiano bendecido con una mujer enérgica, que lo heredó.Tenía un sobrino, Eduardo Felice, que más tarde adquirió la finca Seritquiché, que amplió significativamente, y dos estadounidenses, Connel y Littlepage, hombres de edad madura, prácticos y experimentados.
Littlepage ayudó a mi hermano en la ejecución de su proyecto de erigir un aserradero en el potrero Chichochoc, para cuyo funcionamiento sacaron la fuerza hidráulica del río Cobán por medio de una turbina Leffel. Esta instalación quedó completada en 1876 y como aserrador se empleó a Ebenezer Cary, un joven estadounidense eficiente y sereno, algo mal educado, lo que no fue un impedimento para que fuera a su patria y encontrara a una mujer rica y que con el tiempo adquiriera propiedades importantes. En una ocasión en que llegó el Presidente Justo Rufino Barrios de visita a Cobán, fue a ver el aserradero y al acercarse demasiado a la sierra, Cary lo pateo sin rodeos a un lado; el alto funcionario no se lo tomó a mal, por el contrario, el incidente le impresionó tanto, que le otorgó a su “salvador” un obsequio, el gran terreno de Chamá.
Cuando falleció el viejo Connel, en su lugar llegó un sobrino suyo, Oscar Biggs, que lo heredó y sucedió a mi hermano como agente consular de Estados Unidos, hasta que este cargo se trasladó definitivamente a Lívingston.
Con el arribo del germano-estadounidense J. Heinemann a Cobán, las condiciones de las importaciones y exportaciones experimentaron un alivio significativo, pues Heinemann trajo consigo el tren de carros y todas las yuntas de mulas y personal de su anterior escenario de actividades en la costa del Pacífico y lo puso a trabajar en la ruta Cobán – Panzós. Sin embargo, el camino se mantuvo pasable con dificultades, sobre todo durante la época lluviosa, de manera que con frecuencia los carros estaban en uso por varias semanas en un viaje de ida y vuelta.
En 1878 el señor Mauricio Thomae hizo un viaje a Europa y en Frankfurt del Meno conoció a una joven dama, la señorita Pauline Stör; se casó con ella y la trajo a Cobán, donde la joven señora se adaptó al ambiente, aprendió fácil mente los idiomas, pues tenía mucho talento y un carácter amable, y pronto se ganó el cariño de extranjeros y nacionales.
En general, en aquella época había un espíritu alegre y armónico entre los distintos miembros de la colonia extranjera y en sus relaciones con los guatemaltecos. A esto contribuyó sobremanera el Jefe Político, Don José Saborio, un hombre culto y viajado, cuñado del ex-presidente Miguel García Granados, que al igual que su esposa, Doña Enriqueta Arzú, provenía de una de las mejores familias del país.
Participaba en las mesas de ‘whist’, una costumbre que introdujeron los antiguos alemanes y se reunían cada semana alternando la casa de uno u otro miembro; en tales ocasiones se quedaban hasta entrada la noche y la pasaban tranquila y placenteramente juntos. Él también se unió a los picnics que se realizaban con las damas en diferentes fincas, invitó a participar en sus viajes de inspección de carácter oficial, aunque sólo a los caballeros, y de vez en cuando hacía también excursiones que lo mantenían alejado de Cobán por varios días.
En mi memoria ha quedado grabada una expedición que hicimos por invitación de Bernardo Gómez a su hacienda de ganado Santa Ana, en el río Negro, en noviembre de 1879. La casa estaba encantadoramente ubicada en un valle soleado y cálido, a sólo unos pocos pasos del río. Muy de mañana caminábamos sin vergüenza en pijama a bañarnos, luego tomábamos un guacal lleno de leche recién ordeñada, haraganeábamos, andábamos por allí o íbamos a pescar. Una vez pudimos enviar todo un quintal de pescado por medio de mensajeros rápidos a nuestros seres queridos en Cobán, y nosotros mismos saboreamos y gozamos ad libitum tales bocadillos, no tan fáciles de conseguir allí. Solamente cerveza no había en ese entonces, un inconveniente que no se pudo eliminar del todo en los años siguientes. Ocasionalmente nos visitaban amigos de la capital, y cuando traían al particularmente sediento suizo Jean Kriemler, se acababan en tres días todas las provisiones de cerveza en plaza.
A Saborio lo trasladaron y más tarde lo enviaron como cónsul de Guatemala a Hamburgo; su sucesor en la Jefatura departamental fue el General Luis Molina, quien como funcionario era una persona bien intencionada y amigo de los extranjeros, se esforzó por elevar y mejorar el departamento, así como por embellecer Cobán. Esto último trató de lograrlo, entre otros, mediante la construcción de un monumental palacio de gobernación; los fondos para ello los recaudó por medio de “contribuciones voluntarias” entre los finqueros y comerciantes, y el 19 de julio de 1881, se colocó la primera piedra en una ceremonia solemne. Con frecuencia le gustaba promover grandes reuniones sociales, conciertos y bailes, también fomentó la sociedad dramática, que bajo la dirección del Juez de Primera Instancia, Don Abraham Montiel y del telegrafista Paniagua, reunió un buen número de actores talentosos entre los elementos nacionales, y organizó veladas de teatro verdaderamente bonitas.
Molina llevó a la pila del bautismo a mi hijo Antonio Federico, nacido el 24 de abril de 1880, y después de mi partida todavía permaneció un par de años en Cobán, en cuyo lapso contrajo matrimonio con la hija mayor de Kölling. Después fue transferido como Jefe Político a Quetzaltenango, a donde lo siguió la familia de su esposa; finalmente llegó a ser Ministro de la Guerra con el Presidente José María Reina Barrios.
El nombre de mi tatarabuelo es mencionado en estas memorias , el es Ebenezer Cary quien efectivamente tenia tierras en la sierra de Chama, mi abuela paterna esta enterrada en algún lugar de chama.
Interesante el relato. ¿Tendrá usted mas información de su tatarabuelo que desee compartir?
Un gusto saludarte Juan. Luego de que Justo Rufino Barrios le cediera la finca Chamá, Ebenezer Cary se unió con Carolina Quiroa, con quien procreo dos hijos no reconocidos legalmente. El se trasladó a Chamá y puso una granja de puercos. Entre sus "cochiqueras", Cary hizo un importante hallazgo que documentara Erwin Paul Dieseldorff, cerámica policromada. https://www.penn.museum/collections/object/13189
Una de las piezas más famosas es el Vaso de Chamá, el cual se encuentra en el Museo de Penn (Philadelphia, Pennsylvania) en donde Ebenezer Cary terminó sus días, lejos de las tierras cobaneras. Los dos hijos Javier y Emilio Quiroa heredaron la tierra y algunos descendientes aún tienen terrenos en Chamá.
Genial, muchas gracias por el aporte. Tenemos pendiente la publicación del articulo y el reporte de E.P. Dieseldorff sobre los hallazgos en Chamá. Saludos
Que tal he visto los comentarios de Mi bisabuelo Ebenecero Cary,mi abuelo era Emilio Quiroa.Se perdió el contacto con mi bisabuelo