En el verano de 1876 mi hermano emprendió un viaje a Europa y durante el mismo visitó la exposición de Filadelfia, donde lo buscó el señor Edwin Rockstroh, reportero de un periódico de Sajonia. El Doctor Berendt le había dado cartas de recomendación, así como información sobre Guatemala, lo que inspiró a Rockstroh a viajar hacia acá después de terminar su encargo en Estados Unidos y de hacer colecciones zoológicas, con cuyo producto esperaba poder cubrir sus gastos de viaje. A fines de año llegó a Cobán y, con base en la presentación en Filadelfia, se quedó primero tres meses como huésped en la casa de mi hermano, durante los que llegó al convencimiento de que con la labor de coleccionista no se podía hacer ningún negocio, por lo que luego se esforzó en buscar una ocupación más lucrativa.
Como era maestro de profesión, conocedor de idiomas y multifacético, por medio de la influencia de nuestros amigos en la capital logramos conseguirle una colocación en el Instituto Nacional. Como profesor destacó de manera tan excepcional, que en corto tiempo el gobierno lo ascendió a director de dicho establecimiento. Rockstroh supo ganarse la confianza del Ministro de Instrucción Pública, quien con frecuencia le encargó misiones especiales (como por ejemplo, dirigir una expedición enviada a la Laguna de Ilopango para explorar la erupción del volcán). En 1882 lo nombró miembro y segundo jefe de la comisión encargada de arreglar definitivamente la frontera entre Guatemala y México.
Para esta tarea le vinieron muy a propósito los diferentes viajes que había realizado en años precedentes durante las vacaciones escolares a las zonas poco conocidas de Petén ubicadas al norte de la Verapaz, en las que Cobán le sirvió cada vez como base para hacer sus preparativos. De esta manera tuvo la oportunidad de visitar varias veces el lugar tan querido para Rockstroh, en donde era un huésped bienvenido en la colonia.
En uno de esos viajes, en 1881, Rockstroh llegó a conocer las ruinas de Menché, situadas a orillas del Río de la Pasión, probablemente fue el primer blanco que pusiera los pies en ellas. En el transcurso de varios años, en los que realizó trabajos extremadamente incómodos y llenos de privaciones con la Comisión de Fronteras, contrajo una grave enfermedad, que paulatinamente lo paralizó parcialmente; el pequeño capital que había logrado ahorrar lo invirtió en la finca La Cartuchera, cerca de Gualán, del señor Samuel Ascoli, pero cuando ya no la pudo dirigir personalmente, tuvo que vender su parte; en lo sucesivo vivió de su capital, que consumió poco a poco. Cuando la parálisis lo incapacitó para el trabajo y lo convirtió en un inválido, su amigo el Doctor Luis Lazo Arriaga, lo acogió en su casa y le otorgó un cuidado leal y afectuoso hasta su muerte.
La primera aparición en la Verapaz del investigador inglés de los mayas, Alfred P. Maudslay, conocido mío de San José, tuvo lugar en marzo de 1881, el llegó a mi casa después de una estadía de dos meses y medio en las ruinas de Quiriguá; a ésta sucedieron otras visitas en el transcurso de los años que lo pusieron en contacto con el departamento. Después de que me inició en sus planes, me empeñé en fomentarlos con todas mis fuerzas; esto se hizo mediante el enganche, equipamiento y aprovisionamiento de los asistentes y cargadores, tanto en la primera como en todas las siguientes oportunidades.
Entre las personas que empleé permanentemente como cazadores y que había instruido para las colecciones zoológicas y puesto a prueba durante largo tiempo, figuraban los hermanos Gorgonio y Carlos López, provenientes de Cahabón, dos hombres modestos, muy honrados y de buen corazón, los más inteligentes y confiables; éstos le proporcioné a Maudslay como acompañantes y conocedores de la lengua, cuando continuó su viaje a Petén a principios de abril. Ambos le hicieron tanta honra a mi recomendación que Maudslay ya no quiso realizar ninguna expedición posterior sin ellos; en el libro A Glimpse at Guatemala, que publicó junto con su esposa, en Londres, en 1899, y que adornó con preciosas ilustraciones conforme a sus propias tomas fotográficas, los elogia y reconoce repetidamente por su lealtad; ellos a su vez le recompensaron su trato siempre bondadoso con una devoción francamente ciega.
Motivado por los informes orales de Rockstroh, Maudslay realizó al año siguiente, 1882, una expedición a Menché, a donde le siguió el francés Désiré Charnay, lo cual describe en su libro publicado en París en 1884, The Ancient Cities of the New World. En el año 1887 realizó otra expedición, que le permitió visitar las ruinas de Rabinal; después viajó a la colonia Belice pasando por Cahabón, lugar al que le dedica una interesante descripción con una ilustración. Reproduce ilustraciones de Cobán de la iglesia y el Calvario, un cuadro encantador de la vida en la plaza como se desarrollaba entonces, cuando uno todavía salía de apuros pagando con granos de cacao en vez de sencillo, la docena de huevos valía un real y compraba ocasionalmente monos asados.
A su esposa le encargó relatar las impresiones que le causaron la ciudad y sus visitantes, pues ella quería descansar una semana en la hospitalaria casa de los Thomae y recuperarse de los esfuerzos y privaciones de la estadía de varios meses en las ruinas de Cobán, así como de las fatigas por el desvío hacia Los Altos. De la colonia extranjera, ella dice que sus miembros gozan de un clima magnífico
“en el que sus hijos de mejillas rosadas se pueden recrear en salud y fuerza, y donde se encuentran todas las comodidades inherentes a una vida medio europea y medio tropical”
y que son casi exclusivamente alemanes, cuyas “industrias y previsión han traído una importancia comercial considerable al distrito”. No hay hoteles en la ciudad, “pero la hospitalidad de los residentes extranjeros es proverbial”.
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