Cobán y la Verapaz II: Alfred P. Maudslay – Anne Cary
En octubre de 1537, Las Casas mismo partió hacia Sacapulas, y pronto pide que se le den pruebas de la influencia de la enseñanza misionera. El cacique, que era conocido por los españoles con el nombre de Don Juan, había hecho arreglos para el matrimonio de su hermano, el joven que había acompañó a los comerciantes a Guatemala, a la hija del cacique de Cobán, y había preparado grandes festejos para celebrar el Boda. En tales ocasiones era una vieja costumbre realizar ciertas ceremonias cuando los visitantes de Cobán cruzaban el río que dividía el dos jurisdicciones; pero en este caso ante los miembros del cortejo nupcial llegado a las orillas del río, el cacique don Juan envió un mensajero a les dijeran que las fiestas, bailes y banquetes que había preparado en su honor daría amplia prueba del gran contento con que esperó su llegada. Él, sin embargo, les rogó que dejaran atrás los pavos y otras aves y animales que traían consigo para sacrificio en el paso del río, porque, tan antigua como era esa costumbre, ya no estaba dispuesto a tomar parte en él, habiendo aprendido a mirar costumbres tales como la vanidad y el engaño con que el Diablo había cegó sus ojos, y que los Padres le habían enseñado a rendir adoración a los un solo y verdadero Dios.
Tal pedido causó consternación entre los caciques de Cobán, y su primer impulso fue regresar con la novia a su casa y declarar la guerra a Don Juan, porque temían que su aceptación de la enseñanza cristiana implicaría la sujeción de su país a la regla de los españoles, y que les tocaría a ellos ser los próximos en ser conquistados y saqueada por los odiados extranjeros. Sin embargo, cuando supieron que el territorio de Don Juan haba sido dejado en paz y que ningún español armado haba entraron, reconsideraron su decisión, y ambos temiendo perder tal poderosa alianza y confiados en que podrían asegurar un buen augurio para la novia ofreciendo sacrificios aún más ricos a sus propios dioses a su regreso casa, enviaron un mensaje a Don Juan accediendo a su petición de que deben omitirse los sacrificios habituales en el paso del río, y agregando que en esto y en todos los demás asuntos era su deseo agradarle.
Por este tiempo llegó el mismo Las Casas a casa de don Juan y recibió una cálida bienvenida del cacique, aunque hubo algunas quejas entre el pueblo ante la deserción de sus antiguos dioses, y el primer cristiano de la iglesia se quemó hasta los cimientos casi tan pronto como se construyó; se rumorea que por algunos de los seguidores de los caciques de Cobán que estaban indignados por la omisión de los sacrificios acostumbrados.
Sin embargo, la batalla ahora que era la mitad se ganó, porque los dominicos se habían apoderado de Tuzulutlán y habían conseguido en contacto con Cobán. Ese mismo año Las Casas y Pedro de Angulo hizo un viaje por la antigua provincia, y, gracias a la amistad y el cuidado de Don Juan, fueron bien recibidos en todas partes. Había, sin embargo, muchas dificultades que enfrentar y superar, y el primero en hacer se sentía como una dificultad administrativa que surgía de la costumbre de los indígenas de vivir “en pequeñas comunidades dispersas de no más de seis casas juntas y estas separadas por un tiro de mosquete”.
¿Cómo fue posible con un grupo tan pequeño de misioneros podría enseñar a la gente y mantener el control de ellos cuando no más de tres o cuatro hogares podían reunirse en dificultad?
Las Casas buscaba inducir a los indios a habitar juntos en pueblos, y así fue fundado el pueblo de Rabinal como a una legua de distancia de su sitio presente. Este paso, sin duda, aseguró la conversión más rápida de los nativos y aseguró la supervisión más eficiente por parte de los sacerdotes, pero se congregó una gran oposición de los indios, pues, como dice el cronista, cada uno odiaba dejar la choza y la colina, valle o barranca en la que estaba y nació, y la experiencia posterior ha demostrado la inconveniencia de una medida lo que aumentó el peligro de contagio en los casos de enfermedad europea entre personas cuyas constituciones ya estaban alteradas por un cambio en el forma de vida. Sin embargo, este no era un resultado que pudiera preverse en el tiempo, y podemos absolver a un hombre que mostró tal amplitud mental y agudeza simpatía con el sufrimiento como hizo Las Casas del error demasiado frecuente en el tiempo, el de creer que mientras el alma de un indio fue salvada por el rito del bautismo no importaba mucho lo que sucediera con su cuerpo.
Tan buena impresión habían causado los Padres en poco tiempo en estos gente hasta ahora hostil que a finales de año Luis Cáncer había logró penetrar en la Provincia de Cobán sin ninguna oposición de sus habitantes; y al año siguiente, después de un viaje a Guatemala en compañía del cacique Don Juan—el propio Las Casas visitó Cobán, y da testimonio en sus escritos del buen orden y arreglo del gobierno nativo y excelencia de sus leyes, y estados que encontró a la gente más religiosa por naturaleza y menos dada a sacrificios abominables que cualquier otro pueblo en todas las Indias.
No debo seguir más allá de la suerte de los Padres Dominicos que había cambiado el nombre de la tan temida tierra de guerra por el que ahora lleva la “Vera Paz”, o la Paz Verdadera, no es que los incidentes de interés sean falta, como el martirio del Padre Vico a manos de los Acalaes y Lacandones, que tientan a uno a errar.
Es, en efecto, una triste caída de las figuras heroicas de Las Casas y sus fieles compañeros, quienes, a pesar de sus fallas en el juicio, no temían ni penurias ni muerte, y durante años llevaron sus vidas en sus manos y trabajaron incesantemente sin esperanza de recompensa terrenal, al mestizo tolerante cura de este siglo tal como se le representa en las páginas de los viajeros modernos. El celibato del clero debe haber sido, de hecho, un hecho más evidente en aquellos días de lo que es ahora, ya que alrededor del año 1558 causó tal impresión en los indios de la Vera Paz que representaban formalmente ante las autoridades que como los párrocos no se casaban, y no veían párrocos corriendo alrededor,
¡temían que la raza se extinguiera!
Hay una mayor proporción de extranjeros en Cobán que en cualquier otro pueblo en la República: son casi exclusivamente alemanes dedicados a la siembra de café, y unos pocos de ellos en ganadería y otras industrias; aunque las quejas de aislamiento y de limpieza y problemas laborales no son desconocidos entre ellos, me parecieron afortunados desde un punto de vista punto de vista empresarial en la alta reputación que ostenta el café de Vera Paz en el mercado, y la muy considerable importancia comercial que tienen sus la industria y la previsión ha traído al distrito; y, desde un punto de vista personal,
“En el disfrute de un clima delicioso en el que sus mejillas sonrosadas los niños pueden ser criados con salud y fuerza, y con todas las comodidades que pertenecen a una vida mitad europea y mitad tropical”.
Aparecen hoteles o fondas ser escaso; pero la hospitalidad de los residentes extranjeros es proverbial; y eso fue a los viejos amigos de mi esposo que estábamos en deuda por una encantadora semana que transcurrió con comodidad y tranquilidad, especialmente agradecida conmigo, algo cansada como estaba con los cuidados y las dificultades del campamento la limpieza y el trabajo del camino.
Los hoteles o fondas parecen escasos; pero la hospitalidad de los residentes extranjeros es proverbial; y era a los viejos amigos de mi esposo a quienes estábamos en deuda por una semana encantadora que transcurrió en comodidad y tranquilidad, especialmente agradecidos, algo cansada como estaba con los cuidados y las dificultades de la limpieza del campamento y el trabajo del camino. Tuve el placer de sentarme todo el día en la fresca galería que rodeaba el patio, tan sugerente del sur de España, mirando las nubes perseguirse unas a otras en el cielo azul y escuchando la brisa meciendo suavemente las ramas de un hermoso pino de la isla de Norfolk. El aire estaba perfumado con el aroma de violetas y rosas, y el silencio sólo lo rompían las voces de los trabajadores en el otro extremo del patio donde se llevaban a cabo los negocios de la casa, y donde las mujeres indígenas, sentadas ante mesitas, clasificaban los granos de café para el mercado, y charlaban en voz alta en su lenguaje que suena áspero.