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Cartas de Erwin P. Dieseldorff | Carta #14

Cobán 3 de enero de 1889
Si supieras cuanto me alegro tu carta del 26 de noviembre, seguramente te hubiera dado una gran satisfacción. Por favor escríbeme cuantas veces puedas, pues yo te escribo cada semana, por lo que sería también muy bonito oír de ti cada semana, sin embargo, yo tengo más tiempo y así tengo que aprender a contentarme con una carta tuya cada dos semanas, sino es posible de otra manera. Tú dices muy ciertamente que deberíamos comunicarnos mutuamente nuestras alegría y tristezas y no solo como madre e hijo, sino también como se ven los amigos más caros. Si antes he actuado rápidamente y eso te causo dolor, créeme que me he arrepentido duramente; pero ahora tengo que contentarme con haber logrado salir de la vida londinense inquietante y dañina para la salud y que vivo aquí para mi salud. Desde luego extraño las visitas a la casa paterna, pero créeme que el respeto, la admiración y el amor que tú te has ganado tan abundantemente no se pierde por la distancia; no, por el contrario uno aprende a amar más a sus padres entre más lejos se está de ellos y el amor a la distancia es puro y fuerte. He pensado mucho en ustedes en esta época de fiestas y espero que se encuentren bien y contentas.
Aquí todos estamos bien. August ha tenido un fuerte catarro; me encuentro perfectamente bien y siento que por los trajes, que me quedan algo apretado, he subido significativamente de volumen corporal. Tía Rosa se fue ayer de aquí con los niños y su mama; y la señora Slattery a Guatemala donde van a vivir en el futuro. Tío Rulph la acompaña y se queda de tres a cuatro semanas en la capital. Don Pablo Sierra quien como tú sabes, se casó con la hermana de Rosa, llevara mañana a sus hijos a Guatemala donde irán al colegio. Don Pablo es un señor simpático y algo viejo, coronel del ejército y en los tiempos de Carrera fue jefe político aquí en Cobán. Este año es alcalde, es decir una autoridad electa por los indígenas.

Fritz fue ayer a la escuela por primera vez, es decir con los hijos del señor Shomek a las clases del maestro seminarista Jakob Heinrich Ott. Primero lloro amargamente pero regreso muy contento de las clase; así les pasa a todos los niños. La pequeña Lulú la hija del tío Rulph tiene ocho años y es una joven muy simpática, al principio fue de lo más cariñosa conmigo; la más pequeña Rosita siempre jugo con Fritz, el patojo nunca está contento si Rosita no está con él.
La noche de año viejo hubo un gran baile que dio el Club Alemán en casa de Chico Sierra, hermano de don Pablo. Empezó a las nueve y duro hasta las tres de la madrugada. August no fue otra vez. Esta vez había allí más guatemalteco. Baile ágilmente; pero deje pasar por alto todas las polcas; porque no me gustan mucho. El cotillón me favoreció otra vez, sobre todo las partidas donde el caballero debía de arrodillarse ante la da en un banquillo sobre el que hay una toalla y cuando la dama hala esta toalla (si es lo suficientemente rápida) entonces el caballero tiene que pararse detrás de su silla. Una dama atrapo a casi todos los caballeros, lo que fue muy divertido. Yo tuve la suerte de no tener que arrodillarme, porque cuando la dama no es bonita, no es un placer tener que echarse encima a sus pies. También hubo un juego, en el que se imita el tren (la locomotora) lo que se volvió algo recio por los silbidos.
El día de año nuevo hubo un gran almuerzo festivo en casa del tío, lo que fue a la vez un almuerzo de despedida para mí. Yo estaba sentado frente a Rosa y entre Euler y el doctor Karl Sapper. Por la noche se bailó otra vez un poco, lo que se me dificulto mucho, ya que había comido mucho. Después todavía hubo una fiesta de año nuevo donde el señor Theodor Stalling gerente y socio de Sarg Hermanos. Theodor es un hombre simpático de 30 años de edad, imponente, bien parecido y un hombre honrado, con quien me tuteo. A las diez regresamos a casa, pero como se me acabaron los fósforos, tuve que buscar mi cuarto a tientas.
Hermann ha sido muy amable en cederme un rancho vacío en su finca que está bastante cerca de nosotros para usarlo; allí me siento siempre cuando no tengo nada que hacer y leo. Mis pensamientos se vuelven maravillosamente poéticos y más claros cuando estoy sentado allí, solo en un sillón de tela cómodo, que le perteneció alguna vez a Willie August Dieseldorff y me puedo entregar a mis pensamientos sin que me molesten, el rancho tiene solo dos pequeñas ventanas de madera y es bastante oscuro cuando se cierran las puertas y las ventanas, por eso todo está abierto. Cuando el tiempo es más o menos bueno, siempre están abiertas todas las ventanas y puertas donde August. El rancho está rodeado de lindos cafetales y muy cerca del río, cuyo constante murmullo ejerce una extraña influencia satisfactoria sobre el espíritu.
Yo no sé cuánto tiempo aguantara Adela aquí, pues ahora va a vivir solo con su papa. Ella trabaja duro en la cocina sobre todo horneando pan y haciendo postres. En su cuarto cuelga el retrato de H y D; parece que todavía está enamorada de él, al menos se mantiene alejada de otros y no familiariza con nadie. Ambos somos, como antes, buenos amigos, pero no muy íntimos, pues eso no sirve nunca.
El doctor Karl Sapper y yo nos repartirnos finalmente lo que encontramos en las Pacayas e hice el interesante descubrimiento que tenemos toda una vasija que se compone de ocho fragmentos y tiene jeroglíficos. Con el siguiente correo enviare una copia de eso al British Museum para obtener la traducción. Además se encontró una perla de Serpent, pero se la deje a Sapper porque le interesaba mucho. Esta piedra es verde hasta la fecha no se ha encontrado como piedra en América, por eso prevalecía el punto de vista que fue traída de Asia para acá donde es única. Dicho sea de paso, muchas indígenas tiene la misma expresión de ojos oblicuos como los chinos o los japoneses. Los antiguos ídolos y figuras que poseo también indican influencia egipcia. El viernes y sábado el doctor Karl Sapper y yo vamos a excavar a dos horas de Cobán y esperamos encontrar algunas cosas bonitas.
August, Agnes, Hermann y August Helmrich te envían saludos.
Juan Moncada

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