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Cartas de Erwin P. Dieseldorff | Carta #18

Quetzaltenango, 23 de enero de 1889

 

Ya te anuncié mi arribo a Miramar, el sábado di una vuelta por la finca, el domingo toqué un poco mi cítara e hice mi visita de cortesía a la finca Las Mercedes, que pertenece al señor Georg I. Hockmeyer y cuyo administrador es el señor Boy. Encontré a éste, precisamente cuando almorzaba, por lo que fui a ver la casa, el jardín y el pueblo.

El señor Boy tiene una pasión por los animales. Tenía dos micos negros con colas largas trepadoras, como los hay todavía aquí en las selvas. Estos animales se balancean por medio de la cola, en la que tienen una gran fuerza, a largas distancias. Por lo general no son mordaces y les gusta jugar, pero tienen sus humores. Boy tiene, además, una gran pila y una fuente con tortugas y peces dorados, una manada de jabalíes, pisotes, ratas[1]  y otros animales del país.

El jardín es precioso, en él crecen rosas, lirios y orquídeas. La casa está lindamente amueblada, como una casa patronal, de manera que la gente vive aquí tan bien como en Europa. A eso se agrega que el clima es excelente y la naturaleza y la vista tan bellas.

En la plaza del pueblo había una colorida confusión de toda clase de hombres y mujeres indígenas y productos del país, como cigarrillos, azúcar, maíz, aguardiente, frutas, jabón (se fabrica aquí crudamente) y tejidos del país, que se venden a la par de mercancías extranjeras, tales como artículos de ferretería, cuchillos, fósforos. telas de seda y de algodón. Todos hablan a la vez, unos músicos tocan en un rancho marimba y el cuadro se torna un poco más vivo, pues los colores de los trajes de las indígenas es tan diferente y de colores llamativos. Me divertí bastante un buen rato.

 

Quetzaltenango 1875
Eadweard Muybridge

 

Después que había terminado de comer la familia,[2] me presenté y fui amigablemente recibido por los tres empleados alemanes. Allí se encontraban todavía, del baile del presidente: el señor Dell (Hockmeyer & Co., de Quetzaltenango), el señor Moller (viajero) y el señor Luce, de Laeisz & Co., de Retalhuleu, y otros más. Ayudé a levantar las cosas que habían servido para adornar el salón de baile y cabalgué de regreso a las tres y media.

A las cuatro y media llegó repentinamente un sirviente a caballo a Miramar y dijo que los señores habían decidido hacer otra fiesta, por lo que todos salimos a caballo a las ocho, a Las Mercedes. No sabíamos que también iba a llegar el Presidente con su familia,[3] lo cual me alegró mucho, porque así pude conocerlo. Él es un hombre tranquilo y decidido, con buenos modales y me cayó bastante bien. Su esposa también bailó y trajo consigo a sus dos hijas y dos damas. La hija mayor, llamada princesa heredera, me gustó mucho, no es bonita, pero tiene una presentación tranquila y no es de ninguna manera presumida. Bailé una vez con ella como también con la hija menor.

La música era mala, un piano que apenas se podía oír, una marimba y un viejo órgano de pueblo constituían la guía para el baile y como el organista del pueblo y los marimbistas tenían tanta energía, ambos tocaban a veces al mismo tiempo.

Bailaron el señor Dell, el señor Luce, el señor Moller, Ego (yo), el señor Boy (el cual tuvo que desaparecer al final por completa incapacidad), tres empleados de Las Mercedes, dos empleados de Miramar y varios guatemaltecos (estos últimos te interesarán menos); y de las damas estaban, además de la del Jefe, la señora Boy y las damas de los finqueros de los alrededores. A la una y media se sirvió la cena y el champán corrió en cantidades. Los dos días deben haberle costado a la casa 8,000 marcos. A las dos y media se fue la corte y nosotros también. Las mulas y los machos estaban locos por volver otra vez al establo conocido y nosotros volamos, por decirlo así, a casa.

Al día siguiente debía ir a Retalhuleu, cuya ciudad queda a seis horas a caballo de Miramar, por lo que tuve que levantarme a las seis, después de haber dormido sólo dos horas. Todavía pasé por el señor Luce a Las Mercedes y los dos cabalgamos a Retalhuleu. El camino es generalmente bueno y corre entre dos lindas fincas.

 

Retalhuleu 1875
Eadweard Muybridge

 

Retalhuleu mismo es una ciudad pequeña y pobre, pero bastante extendida. Koch, Hagmann & Co. tienen allí una sucursal y un agente en Quetzaltenango. Al día siguiente tuve que transportar $ 35,500 entre las dos ciudades, es decir supervisar el transporte. Teníamos 20 mulas y 5 arrieros y, como el camino lleva 13 horas con bestias cargadas, pedí que nos despertaran a las dos de la madrugada. Partimos a caballo un cuarto para las tres en punto bajo el brillo del claro de luna. A las tres y media llegué felizmente al lugar de destino y estaba poco cansado, aunque todo el día había ardido el sol y yo había cabalgado detrás de la caravana y tragado una cantidad de polvo.

El camino corre, en parte, entre fincas de café y caña de azúcar, luego pasa a la par del volcán Santa María. En el camino todavía sale aire caliente del suelo (el volcán no ha estado en actividad desde hace 200 años) y no lejos del camino se ven brotar inmensas columnas de vapor de la tierra. De vez en cuando aparecen vapores de azufre. El volcán mismo tiene la forma de un cono y tiene varios volcanes aledaños. Se pasa por San Felipe y Zunil. Todos estos puntos los encontrarás en el mapa de André.

Quetzaltenango misma es la segunda ciudad más grande del país y es la ciudad natal del Presidente. Está ubicada en un gran llano, similar al de Salamá, y está enmarcada por cadenas de colinas empinadas. Todas las piedras son volcánicas y generalmente muy livianas, por eso en las carreteras también se forma una fina arena del grosor de un pie.

La ciudad misma no causa gran impresión, pues las casas son todas de un piso, por lo que ocupan un gran complejo. Como casi todas están pintadas, relucen al sol. El agua es exquisitamente pura. Quetzaltenango tiene una linda plaza con edificios gubernamentales, tres iglesias y un pabellón de música: sin embargo, la vida es monótona y no se puede comparar con Guatemala. Las indígenas tejen lindos vestidos, chales y gabachas, de los cuales compré unos, pues el trabajo es realmente bello.

Vivo en el Hotel Victoria, el mejor que existe aquí, pero la situación no te la puedes imaginar; los inodoros están siempre tan sucios que cada vez que los voy a usar los mando a limpiar antes por un sirviente. Después de comer, muchos escupen la boca llena de agua al piso para limpiarse la boca. La mayoría de las casas comerciales aquí son de alemanes y hacen buenos negocios de café. Ya llevo dos días completos aquí y me aburro terriblemente; mañana regreso a Miramar, lo cual me llevará siete horas y media.

 

[1] El autor se refiere posiblemente a armadillos.

[2] Gustav Boy se casó con Delia María Nelson, hija de William Nelson, el propietario de las fincas Las Nubes y San Isidro, cerca de Mazatenango

[3] Manuel Lisandro Barillas ( 1885- 1891 ) contrajo matrimonio con, Encarnación Robles de León, sus hijas se llamaban Colomba ( nombre que también se le dio a una villa en la Costa Cuca ) y Soledad.

*. Las fotografías presentadas, no pertenecen a la historia, se emplean con fines ilustrativos.

Más info: Cartas de Erwin Paul Dieseldorff 

Verapaseando

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